domingo, 29 de mayo de 2011

Los cielos sagrados


Constelaciones de animales y líneas sagradas.

En la visión cosmológica de los incas, el poder sagrado de los fenómenos celestiales se manifestaba en un rico mosaico de creencias que vinculaban los acontecimientos terrenales con los del cielo nocturno. Según una concepción típicamente amerindia, se atribuía un significado mítico y espiritual a los fenómenos astronómicos, actitud que se refleja, en parte, en el carácter celestial de deidades importantes como Inti (dios del sol), Mama Kilya (diosa del la luna) e Ilyap'a (dios del trueno y del tiempo atmosférico). Pero también revestían gran importancia la Vía Láctea y se consideraba a las estrellas deidades menores y protectoras de ciertas actividades terrenales.

A este respecto destacan las Pléyades, denominadas Collca ("El Granero") y consideradas guardianas celestiales de las semillas y la agricultura, y junto a otras constelaciones servían para construir un calendario lunar sideral. También resultaban útiles para promosticar la fertilidad agrícola y la producción animal. Se pensaba que el grupo de estrellas conocido como Orco-Cilay ("la llama multicolor") protegía los rebaños de llamas reales y se identificaba la Chasca-Coylor ("La estrella lanuda") con Venus, estrella matutina.

Si bien no se les puede considerar astrónomos en el sentido moderno, los incas realizaron observaciones sobre ciertos fenómenos celestes, como la salida y el ocaso del sol, y los relacionaron con las fases y los movimientos de la luna. Los sacerdotes-astrónomos observaban los movimientos solares para calcular las fechas de las dos celebraciones rituales más importantes, que tenían lugar en Cuzco: los solsticios de diciembre y junio. En el solsticio de diciembre se celebraba la gran fiestas real de Capac Raymi, centrada en los ritos de iniciación de los muchachos de ascendencia regia, y se observaba el sol al atardecer desde el Coricancha (Templo del Sol, en Cuzco)

Mito, religión. astronomía y el sistema de ceques se entretejían en las creencias de los incas. Observaban, por ejemplo, el crepúsculo el 26 de abril desde el mismo lugar en que se habían estudiado el ocaso de las Pléyades alrededor del 15 de abril, un punto de la plaza central de Cuzco, llamado Ushnuo. Contemplaban el crepúsculo entre dos columnas erigidas en una montaña cercana, al oeste de la ciudad, consideradas huaca sagrada, que estaban situadas en un ceque siguiendo el cual, al otro lado del horizonte, había una fuente sagrada Catachillay, otro nombre de las Pléyades.

El rasgo más destacado de la astronomía inca consistía en el estudio de la Vía Láctea y las constelaciones contiguas de "nubes negras", formadas por zonas opacas de polvo interestelar, como la Yacana ("la Llama") y la Yutu-yutu ("la Tinamou, ave parecida a la perdiz"). Según el mito, cuando la llama celestial desaparece, a medianoche, va a beber agua en la tierra y así evita las inundaciones.

Habitualmente, las llamas se contaban entre los animales sacrificiales más valiosos y se ofrecían en las cimas de las montañas a la luna nueva, y el octubre no daban de comer a las de color negro con el fin de hacerlas llorar, y así pedir lluvia a los dioses.