lunes, 30 de enero de 2012

Izanagi e Izanami.

La pareja primordial.

En los inicios, cuando la tierra era joven y no estaba completamente formada (el Kojiki dice que "parecía aceite flotante e iba a la deriva, como una medusa"), cobraron vida tres dioses invisibles en lo que los japoneses denominan Takamagahara, o las "Elevadas Llanuras del Cielo". El mayor se llamaba Amanominakamushi-no-Kami, o "Señor del Centro del Cielo, e iba seguido por Takamimusubi y Kamimusubi, ambos poderosos Kami por derecho propio. Los tres, junto con dos divinidades menores (Umashiashikahikoji-no-Kami y Amanotokotachi-no-Kami), constituían las cinco "Deidades Celestiales Separadas" primordiales. Les siguieron otras siete generaciones de dioses y diosas "celestiales", que culminaron en la pareja primordial, Izanagi y su hermana y esposa Izanami, cuyos nombres completos eran Izanagi-no-Mikoto ("El Varón Augusto") e Izanami-no-Mikoto ("La Mujer Augusta").

Obedeciendo la orden de las deidades de "terminar y solidificar esta tierra movediza", Izanagi e Izanami se situaron en el Puente Flotante del Cielo (quizá un arco iris) y agitaron el mar con una lanza recubierta de gemas. Al levantar la lanza, las gotas formaron una isla llamada Onogoro, la primera tierra sólida. Poco después descendieron a ella, erigieron una columna "celestial", construyeron un palacio y decidieron procrear. Izanagi le preguntó a su hermana cómo estaba formado su cuerpo, y ella le contestó que le faltaba una parte, mientras que Izanagi dijo que a él le sobraba una parte y sugirió que las uniesen. La pareja divina inventó un ritual matrimonial que consistía en que ambos rodearan la columna celestial, Izanagi por la izquierda y su hermana por la derecha, y al encontrarse intercambiaban cumplidos y mantenían relaciones sexuales.

Al cabo del tiempo Izanami dio a luz, pero su primogénito fue el deforme Hiruko "Niño-Sanguijuela", a quien la desgraciada pareja metió en una barca de juncos que confió al mar. En una "gran adivinación", los dioses llegaron a la conclusión de que el nacimiento del niño-sanguijuela era culpa de Izanami, porque en el ritual de cortejo había hablado la primera. Con este conocimiento (que ha servido hasta el día de hoy para legitimar las desigualdades sexuales en el Japón), la pareja regresó a Onogoro y volvió a poner en práctica el ritual. En esta ocasión Izanagi habló el primero cuando ambos se encontraron en la columna, e Izanami tuvo muchos hijos. En primer lugar dio a luz una serie de islas (el archipiélago japonés), después a una serie de dioses y diosas, entre ellos los del viento, las montañas y los árboles, pero cuando nació Kagutsuchi (o Homosubi), el dios del Fuego, sus genitales se quemaron de tal manera que enfermó y murió. Sin embargo, Izanami siguió engendrando deidades en plena agonía. Izanagi lloró su muerte, inconsolable, y de sus lágrimas surgieron más deidades. Más adelante, su tristeza se convirtió en cólera y decapitó al dios del Fuego por ser el culpable de la muerte de su amada esposa. De los restos del dios del Fuego nacieron más divinidades.

Izanagi decidió ir a Yomi, el reino subterráneo de los muertos, para intentar devolver la vida a Izanami. Cuando ésta apareció en la entrada de Yomi, con su sudario de sombras, Izanagi la saludó con cariño y le rogó que volviera con él, Izanami accedió a discutir su petición con los dioses del inframundo y antes de retirarse a la oscuridad pidió a su marido que no la mirase, pero a Izanagi le consumía un deseo tan ardiente de ver a su amada esposa que rompió un diente de la peineta que llevaba en el moño izquierdo y le prendió fuego, a modo de antorcha. Entró en la tierra de los muertos y vio que Izanami era un cadáver putrefacto, cubierto de gusanos. Aterrorizado, huyó de aquel lugar, pero Izanami, encolerizada al ver que Izanagi había contrariado sus deseos, envió en su busca a las "brujas de Yomi", a las ocho deidades del trueno y a una horda de guerreros. Al llegar al paso de Yomi, que llevaba a la tierra de los vivos, Izanagi encontró tres melocotones y se los arrojó a sus perseguidores, obligándoles a retroceder. Izanami, convertida en un ser demoníaco, se unió a la persecución pero antes de que diera alcance a Izanagi, éste cerró el paso con una enormes rocas. Los dos se vieron frente a frente, a ambos lados de la roca, y "rompieron su compromiso".

Izanagi se sentía sucio por su experiencia en Yomi y decidió purificarse de una forma típicamente japonesa:con un baño. Al llegar a un arroyo de Hyuga (al noroeste de Hyushu) se desnudó. De sus ropas nacieron varios dioses y diosas y surgieron otras mientras se bañaba. Por último, Izanagi dio a luz a las tres deidades más importantes del sintoísmo: La diosa del sol, Amaterasu-no-mikoto (literalmente "Augusta Persona que Hace Brillar el Cielo" apareció cuando se lavó el ojo izquierdo; Tsuki-Yomi-no-mikoto ("La Augusta Luna") apreció de su ojo derecho, y Susano-no-mikoto ("El Augusto Varón Colérico"), de su nariz. Izanagi decidió dividir el reino entre sus tres hijos:le dio su sagrado collar, símbolo de soberanía, a Amaterasu, con el mandato de que gobernase las Elevadas Llanuras del Cielo; A Tsuki-Yomi, dios de la luna (en la mitología japonesa la luna se considera masculina), le confió los reinos de la noche y al otro hijo, Susano, el océano.

Amaterasu y Tsuki-Yomi aceptaron sus tareas obedientemente, pero Susano se puso a llorar y aullar. Izanagi le preguntó la causa de su aflicción y Susano contestó que no quería gobernar las aguas sino ir a la tierra en la que vivía su madre, Izanami. Encolerizado, Izanagi desterró a Susano y a continuación se retiró, tras haber terminado su misión divina. Según una versión del mito, subió al cielo, donde vive en el "Palacio más Joven del Sol". Se dice que está encerrado en Taga (prefectura de Shiga, Honshu).

domingo, 29 de enero de 2012

Japón

Introducción.


Situado frente a la costa nororiental del continente euroasiático, del que lo separa el estrecho de Tsushima, el Japón está en el este de Asia pero en realidad no es de Asia. Su historia, en el sentido estricto de una tradición histórica culta, comenzó en época tardía según los patrones occidentales: convencionalmente, se fecha en el año 552, cuando el rey del reino coreano de Paekche (cerca de la actual Pusan) envió unos misioneros budistas al emperador del Japón en un gesto de buena voluntad. En aquella época, la principal institución japonesa era el uji o clan. Cada uji controlaba su propio territorio y estaba formado por plebeyos y aristócratas, y casi con toda certeza tenía su propia mitología, que se centraba en un antepasado divino.

Al principio del siglo VI, uno de estos clanes (a los que en algunos casos se denomina Yamato, de la región del Honshu central que aún lleva este nombre) impuso su hegemonía sobre los demás y, por extensión, también sus antepasados divinos. La familia imperial, cuya línea se ha proclamado hasta la época actual, se convirtió en foco de la mitología japonesa.

La religión nativa del Japón, el sintoísmo, se basa en la adoración a múltiples dioses, espíritus y objetos de veneración. Su mitología gira en torno a narraciones sobre Amaterasu, diosa del sol y las peripecias de sus descendientes, que unificaron al pueblo japones. Con la llegada del budismo se inició una época de préstamos culturales, en principio de Corea y después de China, la "civilización madre" del este de Asia. El budismo se mezcló con el sintoísmo de una forma muy compleja, pero a partir del siglo XVII se produjo un fuerte renacer de la religión nativa, que culminó con la adopción del sintoísmo como religión estatal con el gobierno Meiji (1868-1912)

sábado, 28 de enero de 2012

La quema del libro amarillo.

En las creencias religiosas mongoles las ovejas revisten especial importancia. Al final del año se ofrece el esternón de uno de estos animales al dios del fuego que mantiene la fertilidad en los rebaños. Los chamanes saben que la clavícula de una oveja puede pronosticar con toda exactitud y que este poder deriva de la quema del libro amarillo.


El libro amarillo de la adivinación pertenecía a un rey y sus páginas invariablemente le descubrían al culpable de cualquier delito. El rey tenía una hija muy bella a la que mantenía oculta y sus criados sabían que si revelaban la identidad de la muchacha a un desconocido les descubriría el libro amarillo y sería castigados. Para confundir al libro, Tevne cavó un profundo agujero en el suelo, en el que logró introducir a una criada de la princesa. Encima encendió una hoguera y colocó una cacerola con agua. Cogió un trozo de tubo de hierro, envolvió un extremo con algodón y atravesó con él la cacerola para poder hablar con la mujer que estaba en el agujero, a quien le preguntó cómo podía reconocer a la princesa y a continuación la dejó libre. Cuando reconoció a la princesa entre varias muchachas parecidas, con vestidos similares, el rey se enfadó, pero se vio obligado a concederle la mano. Al consultar el libro, se enteró de quien había dado la información era un hombre con el trasero de tierra, cuerpo de fuego, pulmones de agua y u tubo de hierro por cuerdas vocales. Incapaz de resolver el acertijo, perdió confianza en el libro y lo quemó. Las ovejas chuparon las cenizas y adquirieron poderes de adivinación.

jueves, 26 de enero de 2012

El chamanismo Mongol

Encuentros con el reino espiritual.

El cosmos del chamán mongol tiene una estructura vertical: un eterno cielo azul arriba y la madre tierra abajo. El padre de los cielos gobierna noventa y nueve reinos (tngri), cincuenta y cinco de los cuales se encuentran en occidente y cuarenta y cuatro en oriente. Los demonios de la madre tierra están formados por setenta y siete tngri. Todos los reinos están interrelacionados y sometidos por una red de vida en la que todo ser vivo, de arriba y de abajo, desempeña un papel. El conjunto tiene la forma de un árbol cósmico con ramas que se extienden en todos los niveles, con orificios entre las capas por los que puede ascender el chamán.

Entre los primeros chamanes de la antigüedad había un joven de quince años llamado Tarvaa que se cayó, se desmayó y lo dieron por muerto. Asqueado por el apresuramiento con el que su familia sacó el cuerpo de la casa, el alma de Tarvaa voló al reino de los espíritus, donde le abordó el juez de los muertos y le preguntó por qué había llegado tan pronto. Complacido con el valor del muchacho, que había ido a un lugar jamás alcanzado por hombre vivo, el señor de los muertos le ofreció un regalo que él mismo escogiese para llevarlo al mundo de los vivos. El joven rechazó riquezas, fama y placeres, longevidad y se decidió por regresar con el conocimiento de todas las maravillas que había encontrado en el reino de los espíritus y con el don de la elocuencia. Cuando volvió a su cuerpo, los cuervos ya le habían sacado los ojos. A pesar de su ceguera, Tarvaa podía prever el futuro y vivió prósperamente durante muchos años con los relatos de magia y sabiduría que se había traído de la otra orilla de la muerte.

Hasta el día de hoy, los chamanes seguidores de Tarvaa tejen en sus ropas el conocimiento de la luz y la oscuridad, de las deidades de arriba y de abajo y de espíritus benévolos y malévolos. Mientras descansa en el Árbol del Mundo, el chamán aprende el camino del sacrifico para asegurarse la armonía y el orden dentro de la red de la vida y regresa a los hombres conociendo a los cinco dioses del viento, los cinco dioses del relámpago, los cuatro de las esquinas, los cinco del horizonte, los cinco de la entrada y los ocho de los límites. Conoce a los siete dioses del vapor, a los siete del trueno y a otros dioses innumerables, y tal conocimiento le proporciona un gran poder que pone al servicio de sus semejantes y le permite invocar a quien le plazca con su tambor. Al parecer, los primeros chamanes eran tan poderosos que podían a las almas de quienes habían muerto mucho tiempo atrás, de modo que el señor de los muertos llegó a temer que su reino quedara vacío y, en un acceso de cólera, redujo el tambor chamánico, en principio doble, a su actual forma de uno, con el fin de proteger sus dominios.

En la cosmología chamánica aparecen numerosos animales como demonios familiares y colaboradores. El murcielago, por ejemplo, se cuelga cabeza abajo para vigilar el cielo y avisarnos si diera muestras de ir a desmoronarse. La marmota vigila el sol, siempre con la esperanza de atraparlo. Hace mucho tiempo, este animal era un hombre, y se cuenta que derribó seis de los siete soles que desecaban la tierra y provocaban sequías y desgracias, pero el séptimo sol sigue saliendo y poniéndose para escapar de la última flecha.

En los mitos chamanísticos sobre la creación aparecen perros y gatos. Hace mucho tiempo hubo una época en la que los mares del mundo eran tan sólo barro y las montañas poco más que montículos. Después, Dios creó al primer hombre y la primera mujer con arcilla y les puso un perro y un gato como guardianes, mientras él iba a coger las aguas de la vida eterna del manantial de la inmortalidad, pero en su ausencia el Demonio distrajo a estos animales ofreciéndoles leche y carne y orinó sobre los seres recién creados. Dios se enfadó al ver mancillado el bonito pelo de su obra y ordenó al gato que lo lamiera para quitarlo, todo menos el de la cabeza el único que había quedado intacto. Con su áspera lengua, el gato quitó todo el pelo sucio que pudo y dejó unas zonas pilosas en las axilas y junto a las ingles y después Dios le colocó al perro lo que había arrancado el gato. A continuación roció a los seres que había creado con arcilla con las aguas sagradas del manantial eterno, pero debido al ultraje del demonio no pudo concedernos la vida eterna.

Tradicionalmente, los chamanes buriat comienzan sus bailes y llamadas con las palabras: "Si el cisne alza el vuelo alguna vez, escúchame, mis soldados de abedul, escúchame, mi Khudar con márgenes de abedul, escúchame, mi Oikon con bordes de agua". Las orillas del río Khudar están cubiertas de abedules y, hace mucho tiempo, en la islita de Oikhon, en el lago Baikal, Khori Tumed vio nueve cisnes que volaban desde el noroeste y que al quitarse sus vestidos de plumas se convirtieron en nueve hermosas muchachas que se bañaron desnudas en el lago, Khori robó uno de los vestidos para que sólo ocho cisnes emprendieran el vuelo después de bañarse y se casó con la que se quedó, que le dio once hijos. Vivían muy felices, pero Khori Tumed no quería decirle a su esposa dónde había escondido su vestido de cisne, y un día ella volvió a implorarle: "Por favor, deja que me ponga mi viejo vestido. Si intento salir de casa con él, podrás cogerme fácilmente. No hay peligro de que me escape". Convenció a Khori Tumed, que le dejó probarse el vestido, y ella salió volando por el techo de su yurt (tienda de pieles). Khori Tumed la cogió a tiempo por los tobillos y le rogó que se quedara al menos el tiempo suficiente para dar nombre a sus hijos.Ella accedió y los once hijos se convirtieron en hombres. Después, Khori Tumed permitió que su mujer se marchara y ella voló sobre la tienda repartiendo bendiciones hasta que desapareció por el noroeste.

Desde la llegada del budismo a Mongolia, en el siglo XIII, se han devaluado y perdido muchos mitos chamánicos. La figura budista mongola del "anciano blanco" representa lo que queda de una deidad chamánica, antaño orgullosa, que gobernaba cielos y tierra. Se dice que el anciano se convirtió en el transcurso de un encuentro con el Buda y que ahora actúa como ayudante del clero y defensor del sendero budista. Su cayado mágico no es más que un simple bastón

miércoles, 25 de enero de 2012

La apoteosis de Padmasambhava.

En el Tíbet se rinde culto a Padmasambhava, el místico indio que llevó el budismo a aquel país, como un "segundo Buda"

Se cree que emanó, a los ocho años de edad, de una flor de loto. Criado por el rey Oddiyana, fue desterrado por asesinar a un ministro real y condenado a llevar vida de asceta en el osario situado más allá de los asentamientos humanos, donde habló con seres sobrenaturales (dakini) y obtuvo gran poder espiritual.

Ordenado por el primo de Buda, vivió más de mil años siguiendo los senderos budistas.

martes, 24 de enero de 2012

Domesticación de los dioses.

El impacto del budismo.


Las fuerzas caóticas de la naturaleza, temidas y honradas por la tradición chamánica, encajaban armónicamente en el modelo cosmológico indio bajo la influencia del budismo. El clero budista adoptó los antiguos ritos chamánicos, que se entremezclaron con sus liturgias y su simbolismo. Los monjes adornaban sus templos con objetos tan arcaicos como la flecha de adivinación del chamán, el espejo mágico y trozos de cristal de roca. De los bordes de la túnica de los chamanes derivaron las vestimentas teatrales para las danzas "budistas" del águila, el ciervo, la onza y el esqueleto. El águila del chamán, con la que ascendiera una vez hasta su nido en el Árbol del Mundo, empezó a identificarse con el indio Garuda; se contaba que el ciervo fue el primero en oir las enseñanzas del señor Buda en el parque Varanasi y la onza se identificó con el monte en el que habitan deidades budistas como Vairocana o Manjusri. Lo esqueletos danzantes de la iniciación traumática del chamán herido mediante el desmembramiento se convirtieron en guardianes del osario sagrado de Vajrayana. A veces, los monjes budistas asumían el papel de portavoz oracular de las deidades chamánicas y se apropiaron del arco y la flechas o del tambor del chamán, el amplio sombrero ribeteado de piel y la túnica del "hechicero del sombrero negro" (zbva nag) festoneada de símbolos chamánicos del árbol cósmico (la montaña del mundo), del sol y la luna, las cintas parecidas a serpientes y el espejo de la adivinación, con rebordes de hueso, piel y plumas.

lunes, 23 de enero de 2012

El rey Gesar.

El rey guerrero


Las leyendas sobre el rey Gesar (Gesar Kan) son muy conocidas en la región de Mongolia y Tíbet. Se trata, fundamentalmente, de una tradición oral: los bardos vagabundos recitan, escenifican y cantan numerosos episodios que exaltan el valor, la astucia y los poderes mágicos del héroe. En la actualidad no existe constancia  escrita completa del enorme ciclo de narraciones sobre esta figura legendaria, pero se calcula que su extensión es cinco veces superior a la de la Biblia.

En su forma actual, el ciclo de Gesar está impregnado por la ideología y mitología del budismo, pero mantiene recuerdos de muchos dioses chamánicos más antiguos, como poderosas deidades de las montañas o espíritus menores de los lugares en los que se desarrollan las narraciones, y son estos seres quienes asignan a Gesar su misión en la tierra. Amargados por su mala suerte y enfadados con los dioses y con sus adoradores, una anciana y sus tres hijos mueren maldiciendo todas las religiones. Destinados a convertirse en monstruos demoníacos en las vidas venideras, estas cuatro personas representan una amenaza insólita para el orden y la armonía de la humanidad. Los dioses eligen  a Gesar para que descienda de los cielos y se enfrente a estos demonios y sus sucesores en la tierra. Al principio, Gesar no parece muy dispuesto a acatar las órdenes de los demás dioses e intenta eludir la encarnación, diciendo que llevará a cabo su misión únicamente si se cumplían ciertas condiciones "imposibles". "Exijo que mi padre sea un dios y mi madre una diablesa-serpiente (klu)", pide . "Quiero un caballo inmortal que pueda volar por el cielo y hablar las lenguas de todos los hombres y animales. Deseo una silla recamada de joyas y un casco, una armadura y una espada que no sean de manufactura humana, así como un arco y unas flechas de origen milagroso, y compañeros fuertes y heroicos. También quiero una esposa, tan bella que cuando la vean entren en buena gana a su servicio, y un tío cuyas inteligentes estratagemas me permitan ganar todas la batallas. Por último, exijo que cuantos de vosotros vayáis a permanecer aquí cómodamente durante mi ausencia me vigiléis y protejáis en todo momento y acudáis en mi ayuda siempre que lo solicite." Satisfechas todas las condiciones, a Gesar no le queda más remedio que iniciar su viaje a la tierra.

Gesar nace de un huevo blanco con tres manchas en forma de ojo que salen de la cabeza de su madre, circunstancia que se emparenta con los mitos chamánicos de los orígenes. Precedido por excelentes augurios, llega a la tierra con tres ojos, pero su madre, aterrorizada, le saca uno inmediatamente.

Aunque su tarea consiste en restablecer el orden y la armonía en el mundo, a Gesar se le olvida con frecuencia tras sus victorias y su ángel guardián (identificado actualmente con un dakim budista) tiene que recordársela. Si bien está saturado de elementos mágicos y divinos, el ciclo tiene firmes raíces en la experiencia humana y muchos tibetanos siguen asegurando hoy día ser descendientes de los personajes de la narración, incluso de Gesar.

Tras una vida de aventuras como implacable rey guerrero que sofoca la injusticia allí donde se encuentra, Gesar y sus compañeros se retiran a meditar a una cuevas situadas en las laderas de la montaña sagrada, Margye Pongri. Al cabo de tres años o más, tras haberse purificado mediante ritos religiosos de los efectos negativos de toda una vida de guerra y derramamiento de sangre, Gesar regresa al cielo sabiendo que algún día tendrá que volver a la tierra, porque no se puede erradicar permanente el mal de este mundo.

domingo, 22 de enero de 2012

Mitos de los antiguos reyes.

Los monarcas que descendieron del cielo.


Se cuenta que, antes de los albores de la historia, el Tíbet se mantuvo unido gracias a una serie de reyes humanos, los primeros de los cuales fueron los gnod-shyin negros, unos demonios armados con arcos y flechas. Las siguientes razas de demonios poseían distintas clases de armas, como martillos y hachas, hondas y catapultas y otras hechas con acero templado. Entre los espíritus gobernantes se contaban los heroicos hermanos ma-sang, que dieron al Tíbet el nombre de Bod, con el que aún se le conoce hoy en día.

El primer rey humano descendió del cielo hasta una montaña en Kong po y al final de su reinado volvió a subir a los cielos por medio de una cuerda dmu, sin dejar restos terrenales. Sus seis descendientes hicieron lo mismo, pero el séptimo cortó la cuerda mágica al término de su vida y fue sepultado en la tierra.

Así comenzó el culto de los enterramientos reales, que se construyeron en el valle del Yar-lung hasta el siglo IX y se mantuvieron continuamente vigilados.

Tras veintisiete generaciones de reyes humanos, subió al trono Lhatho-tho-ri, quien, en el año del ave acuática del 433, a los sesenta años de edad, fue el primer monarca que aprendió budismo. Según la leyenda, el cielo se llenó un día de arco iris y los textos e imágenes cayeron sobre el tejado de su palacio. No pudo descifrar los textos sagrados, pero se profetizó que su significado sería revelado a su familia al cabo de cinco generaciones. Adorando aquellos objetos milagrosos como si fueran sagrados, el rey vivió hasta los ciento veinte años, pero su cuerpo nunca representó más de dieciséis.

En cumplimiento de la profecía, el rey Srong-btsan-sgam-po, de la quinta generación, ordenó la creación de un  alfabeto para la lengua tibetana y así surgió el arte de la escritura. Entre las cinco esposas del rey había dos princesas budistas de China y Nepal, y como parte de su dote ambas llevaron al Tíbet estatuas de Buda y de los santos de esta religión. Ante su insistencia, el rey empezó a domesticar el salvaje terreno del pais, al que se consideraba una ogresa malévola, y a prepararlo para recibir una religión extranjera. Demostrando sus conocimientos del arte de la geomancia, la princesa china, Kong-jo, señaló unos puntos en la tierra en los que podían construirse templos para comprimir y someter el cuerpo de la ogresa.

viernes, 20 de enero de 2012

Mitos de los orígenes.

Radiante, Negra Aflicción y el Viento Kármico.

Cuentas los viejos mitos que en una época, cuando nadie existía, nacieron dos luces. Una era negra y se llamaba Negra Aflicción (myal ba nag po), la otra blanca y se llamaba Radiante ('ob zer ldan). Después, del caos surgieron arroyos multicolores de luz que se separaron como un arco iris y de sus cinco colores surgieron la dureza, la fluidez, el calor, el movimiento y el espacio. Estos cinco elementos se unieron y fusionaron para formar un enorme huevo; después, Negra Aflicción produjo la oscuridad a partir de ese huevo y llenó la oscuridad con la peste, la enfermedad, la desgracia, la sequía, el dolor y toda clase de demonios. La brillantez llenó el mundo con la luz de bondades propicias y emitió vitalidad, bienestar, alegría, prosperidad, longevidad y un grupo de dioses benévolos que derramaron bendiciones sobre la creación. Cuando se aparearon dioses y demonios, de los huevos que surgieron nacieron seres de todas clases, y estos hijos, a su vez "hicieron magia" los unos con los otros hasta que el mundo se llenó con sus descendientes. En algunos casos, los relatos sobre estos seres están muy localizados. Los árboles, montañas, ríos, lagos y rocas que constituyen el paisaje sagrado se consideran las moradas de dioses y demonios o dioses y demonios propiamente dicho.

La mitología del budismo fue sustituyendo gradualmente las ideas indígenas, que trataban de explicar los ciclos periódicos del tiempo cosmológico. Para el sabio indio, los espíritus y demonios locales pertenecen al reino del maya, o ilusión. Según las creencias budistas, el universo actual es el efecto residual del karma, las acciones de los habitantes de un universo que ha dejado de existir. Es el viento del karma lo que primero se mueve en el universo vacío, no el capricho creativo de un demiurgo. Por último, este viento kármico se hace tan denso y espeso que puede servir de apoyo a la lluvia que se precipita desde arriba, y entonces surge un océano cósmico, en cuyo centro se yergue Sumeru, la montaña del mundo. Cuando se llena el contenedor exterior del universo, tras millones de años de evolución, empiezan a manifestarse los seres sensibles cuyo destino consiste en vivir en el mundo. Al principio tienen cuerpos hechos únicamente de mente y habitan en el cielo, hasta que, por último, adoptan una forma sólida, carnal, y viven en la tierra material. Tras eones de malas obras, moran en los abismo más profundos del infierno, en las entrañas de la tierra, y allí permanecen hasta que el universo empiece a deshacerse, al final de los tiempos.

jueves, 19 de enero de 2012

Tibet y Mongolia.

Introducción.


Siglos antes de que el budismo llegara al Tíbet se propagó por esta región y por Mongolia una cultura chamanística. Los primeros mitos cuentan que el mundo es creado y mantenido por numerosos dioses y demonios que habitan en incontables lugares especiales de la tierra, los cielos y los laberintos subterráneos. Se honraba a estos espíritus con ofrendas realizadas en los pasos de montañas para propiciar el transito de los viajeros. Se invocaba su ayuda antes de iniciar cualquier empresa y cuando provocaban enfermedades o problemas eran exorcizados con ritos sacerdotales.

Sólo el chaman en estado de trance podía atravesar los tres reinos y comprender el complejo funcionamiento del universo. Adivinaba las causas de la enfermedad o la desgracia y rescataba a las almas perdidas y secuestradas por los espíritus. Él recomendaba el sacrificio adecuado, por lo general tejer una "cruz trenzada" (mdos) y ofrecer un rescate al espíritu ofendido o maligno.

En el Tibet se abandonó la antigua mitología del chamanismo en el siglo VIII, cuando el rey Khri Srong-lde'u-btsan decidió que la fuerza civilizadora más poderosa era el budismo. Admirador de las sofisticadas culturas de sus vecinos budistas, el rey envió emisarios a la India en busca de los hombres más cultos de la época, y le aconsejaron que llevara a su país a un tantrika (practicantes de una religión ocultista) Llamado Padmasambhava. Halagado por el oro que le regalo el rey, Padmasambhava aceptó la invitación de ir al Tíbet, y con la ayuda de los espíritus locales estableció el templo "Inconcebible" (bSam-yas). Basada en los conceptos cosmológicos budistas, la torre central, de tres pisos, representaba la montaña del mundo, Sumeru, y a su alrededor había unos santuarios con la situación de los continentes menores del mundo, el sol y la luna. En el monasterio budista contiguo se tradujeron textos budistas del sánscrito al tibetano. Padmasambhava vivía en una cueva cercana con sus discípulos y cuando abandonó el Tíbet prometió que regresaría todos los meses, el décimo día de la luna creciente, para bendecir a quienes invocaran su nombre.

miércoles, 18 de enero de 2012

Mitos de la familia.

Amor filial y dioses del hogar.


Tradicionalmente, en la familias chinas se concedía gran importancia al respeto a los mayores, sobre todo a los padres y abuelos, actitud extensible a los difuntos: en numerosos aspectos, una familia trata a sus antepasados como si aún estuvieran vivos y celebraba ceremonias en su honor en los cumpleaños u aniversarios de su muerte, con ofrendas de alimentos a sus espíritus.

La veneración a generaciones anteriores era tema repetido en la literatura y en el teatro chino y los mitos de alabanza al amor filial lectura obligada para los jóvenes. La colección de cuentos edificantes de este tipo más conocida es Los veinticuatro ejemplos de amor filial, recopilada por Gui Jujing en el siglo XIV. Estas narraciones se tomaron de diversas épocas de la historia china y, aunque asignaron a cada una un momento y un lugar concreto para darles aire de autenticidad (costumbre muy común en la narrativa china), son bastante inverosímiles. En una de ellas, un hombre llamado Lao Laizi se pone ropas de bufón y juega como un niño -a la edad de setenta años- para complacer a sus padres. En otra, un muchacho yace desnudo sobre el hielo para que al deshacerse pueda pescar y dar de comer a sus padres, y en otra, un chico se corta un trozo de carne del muslo y hace sopa con él para sus padres enfermos.

Como cualquier otra institución china, el hogar tenía sus propios dioses guardianes del hogar a ambos lados de la puerta de la casa y había deidades protectoras del dormitorio e incluso del retrete. La deidad doméstica más importante era la de la cocina, cuya tarea consistía en subir al cielo una vez al año para dar información sobre la conducta de la familia. El día vigésimo tercero del duodécimo mes se ponía una pasta dulce en la boca para que no pueda abrirla a la hora de dar dicha información

lunes, 16 de enero de 2012

El Emperador de Jade y su corte.

En la antigüedad, el soberano de los cielos recibía diversos nombres, dependiendo de la dinastía reinante. Siguiendo el ejemplo de los fundadores de la dinastía Zhou, los confucionistas preferían el nombre imperial de Tiam ("el cielo"), si bien en la mente popular siguió siendo una persona, no una abstracción. Finalmente, surgió una deidad llamada Yuhuang, o emperador de Jade, como soberano supremo de los cielos, cuyo estatus fue confirmado por los emperadores de la dinastía Song, quien aseguraba recibir instrucciones directa de él. En su culto se mezclaban creencias taoístas y budistas.


El emperador de Jade vivía en un palacio y contaba con una extensa burocracia, al igual que su homólogo terrenal. Su principal asesor era Dong Yue Dadi o gran gobernador de las montañas Orientales, en cuyas oficinas había no menos de setenta y cinco departamentos, cada uno de ellos a cargo de una deidad menor. Su mujer se llamaba Wang Mu Niangniang, otro de los nombre que recibía Xi Wuang Mu (la Reina Madre de Occidente) y vivía en el monte Kunlun. El único ser humano con el que se trataba directamente el emperador de Jade era con el emperador de China, mientras que los mortales de rango inferior eran responsabilidad de sus funcionarios, entre los que se contaban dioses, diosas, Bodhisattvas, emperadores y emperatrices difuntos, seres celestiales e inmortales. En la novela del siglo XIV Viaje a Occidente, también conocida como Mono, aparece una vívida descripción del régimen celestial. En la narración, Sun Wukong, el rey de los monos, sube al cielo, roba los melocotones de la inmortalidad y lucha contra toda la jerarquía celestial hasta que es capturado por Buda. La bondadosa Bodhisattva Guan Yin intercede por él y se le permite que acompañe y proteja a Tang Seng, un peregrino budista, en su viaje a la India.

Cuando empezó a reconocerse al emperador de Jade como soberano de los cielos, ya se estaban entremezclando las creencias de las principales regiones de China. Los taoístas, por ejemplo, aceptaron de buena gana las teorías budistas (en definitiva indias) del Karma y la reencarnación, que se extendieron fácilmente entre la población china, salvo entre algunos musulmanes y seguidores de otras religiones. Por consiguiente, tenía gran importancia para los burócratas celestiales que servían al emperador de Jade mantener un archivo de las sucesivas encarnaciones de los que vivían en la tierra, con el fin de calcular el balance total de los méritos y deméritos de un individuo, balance que determinaba el carácter de la siguiente encarnación de dicho individuo. En el registro de encarnaciones se incluía a los animales, ya que algunos especialmente virtuosos podían adquirir forma humana en otra vida.

sábado, 14 de enero de 2012

Mitología Taoísta.

Dioses e inmortales.


El taoísmo, uno de los dos grandes sistemas religiosos nativos de la China, deriva su nombre del vocablo Tao ("camino" o "sendero"), Dao según la transliteración del Pinyin. Para los taoístas, no se trata de un camino espiritual especial, sino de un principio existencial causante de todas las cosas. Para los confucionistas, todo fenómeno o institución humana tiene su propio Dao, pero para los taoístas sólo existe un Dao para todo. El individuo alcanza la sabiduría y la iluminación al comprender el Dao y vive en armonía, con él.

Hacia el 100 a. C. el taoísmo estaba bien establecido. El fundador del taoísmo filosófico fue un hombre (deificado más adelante) conocido como Lao zi (Lao Tsé) que significa "El Viejo Maestro". Aunque la tradición posterior le dio nombre e inventó detalles de su trayectoria, no se sabe nada cierto sobre él, y posiblemente, el libro cuya autoría se le atribuye (Dao De Jing o El clásico del camino y su poder) es una recopilación anónima.

Ante la llegada y popularidad del budismo, el taoísmo, sistema filosófico en sus orígenes, adquirió carácter religioso. Absorbió muchos de los cultos místicos populares tan abundante en China y atribuyó su fundación al mítico "Emperador Amarillo", supuesto progenitor de la raza china, y a Laozi. Adoptó los adornos de la religión -templos, monjes, imágenes, incienso- del budismo y creó un panteón de deidades animistas, figuras heroicas del pasado y otros personajes. Algunos creyentes se dedicaron a la alquimia, en busca de un elixir de la longuevidad o inmortalidad, y los escritores recopilaron una nueva mitología de seres espirituales, no divinos, sino humanos, que habían obtenido la inmortalidad gracias a las prácticas taoístas y podían realizar proezas mágicas y moverse por medios sobrenaturales.

Las divinidades taoístas eran planetas y estrellas humanizados, en antiguos héroes (como los espíritus que presidían diversas actividades), todas las ocupaciones humanas (como el estudio, el comercio, el robo, la fornicación o la embriaguez) y animales tales como dragones, tigres, serpientes y saltamontes. Los sacerdotes se ganaban la vida expulsando espíritus malignos a los que se achacaban todos los males posibles, motivo por el cual el clero tenía que saber qué espíritu era responsable de qué hecho y elegir el remedio adecuado, ya se tratara de conjuros, ceremonias religiosas, drogas o cuidado en la orientación de los edificios.

Elemento fundamental de la mitología taoísta son los Ocho Inmortales, con numerosas representaciones artísticas. Surgieron en época relativamente tardía y hasta el siglo XV d. C. no aparece ningún relato de cómo lograron la inmortalidad, si bien se mencionan algunos nombres antes de esta fecha.

Los ocho personajes obtuvieron la inmortalidad de diversas formas. El primero fue Li Xuan, o Muleta de Hierro, que aprendió el secreto de Xi Wang Mu, Reina Madre de Occidente. Como tenía una pata de palo, la reina le regaló una muleta de hierro, y así adquirió su nombre. A su vez, Li Xuan le enseñó el camino a Zhung-li Quan, que se convirtió en emisario del cielo y al que se suele representar con un abanico de plumas.

A continuación está Lü Dongbin quizás el más famoso de los ocho inmortales. Cuando estaba en una posada conoció a un hombre llamado Han Zhongli que se puso a calentar un recipiente con vino. Lü se quedó dormido y soñó que le ascendían a un cargo importante y disfrutaba de la buena suerte durante cincuenta años. Pero tras la buena racha cae en desgracia y se arruinó él y su familia. Al despertarse se dio cuenta de que sólo habían transcurrido unos minutos: continuaba en la posada y Han Zhongli no ha´bía acabado de calentar el vino. Tras el sueño, Lü quedó convencido de la vanidad de las ambiciones mundanas  y siguió a Han a las montañas para buscar el Dao (cuya esencia se encuentra en la naturaleza) y lograr la inmortalidad. En algunos casos se representa a Lü Dongbin empuñado una espada.

Se decía que Han Xiang era sobrino-nieto de Han Yu, ensayista y filósofo de la dinastía Tang. Se hizo discípulo de Lü Dongbin, quien, cuando estaba a punto de alcanzar la inmortalidad, lo llevó al cielo, al árbol que daba los melocotones celestiales de la vida eterna. Han empezó a trepar por el árbol, pero se escurrió y  cayó a la tierra y obtuvo la inmortalidad segundos antes de golpearse contra el suelo. Se le representa con un ramo de flores en la mano.

Cao Guojiu era hermano de la emperatriz Cao, de la dinastía Song. Decepcionado por la corrupción en la corte, se retiró a las montañas, en busca del Dao. Llegó a un río y, como no tenía dinero, trató de deslumbrar al barquero enseñándole la tablilla de oro que le permitía entrar en la corte. El barquero le dijo :"¿Buscas el Dao pero quieres presumir de rango?" Avergonzado, Cao arrojó la tablilla al río. El barquero era Lü Dongbin disfrazado; se lo llevó a Cao como discípulo y le enseñó el Dao. Cao Guojiu aparece con la tablilla de oro.

El sexto inmortal era Zhang Guo, que vivió en la época de la emperatriz Wu, de la dinastía Tang. Se le suele representar a lomos de una mula blanca, con la cara hacia la cabeza o la cola del animal que podía recorrer varios miles de kilómetros al día y doblarse y guardarse en una bolsa cuando no se la necesitaba. El viejo Zhang Guoli, como también se le llama, destacaba por sus habilidades como migromante, así como por conceder descendencia a las parejas recién casadas o sin hijos, y su retrato colgaba en la cámara nupcial. También se le representa con los melocotones de la inmortalidad y la bolsa con la mula doblada.

Lan Caihe era una muchacha o un hombre "que no sabía cómo ser hombre" según las enigmáticas palabras de un escritor. Su familia se dedicaba a manipular hierbas medicinales. Un día, cuando estaba recogiendo algunas en las montañas, se encontró con un mendigo vestido de harapos, con el cuerpo cubierto de llagas y, a pesar de las dificultades, Lan le lavó y restañó las heridas. El mendigo era Li Muleta de Hierra disfrazado y recompensó la bondad de Lan con la eterna juventud. Convertido en inmortal, Lan recorrió el país como juglar, con una andrajosa túnica azul, instando a las gentes a buscar el Dao. Se le representa con una cesta de frutas.

He Xiangu, el único ser inmortal claramente de sexo femenino, obtuvo el don después de que un espíritu le dijera que machacara y comiera una madreperla que encontraría en la montaña en la que vivía. Se la representa como una muchacha sujetando una flor de loto o de melocotón.

El relato más famoso en el que intervienen todos los inmortales trata sobre el viaje que emprendieron juntos para contemplar las maravillas del mundo submarinas. En lugar de viajar sobre las nubes, su habitual medio de transporte, decidieron demostrar sus poderes mágicos arrojando al mar los objetos que llevaban y utilizarlos como barcas o balsas. En la travesía, el hijo del rey Dragón del Mar Oriental robó el instrumento musical de Lan Caihe e hizo prisionero a éste. Los demás declararon la guerra al rey Dragón y lo derrotaron  tras una encarnizada batalla, y Lan Caihe quedó libre.

viernes, 13 de enero de 2012

Rábano y la señora Puerro.

En los pueblos y ciudades Chinas se representaban obras sobre el personaje Rábano en el transcurso de la festividad budista anual de Avalambana. Algunas duraban varios días y contenían tantos adornos que casi se perdieron los detalles de la historia original y la obra se transformó en puro entretenimiento. Les ofrezco un resumen del relato, según fuentes del siglo IX.


Buda tenía un discípulo virtuoso llamado Rábano, que tuvo que emprender un largo viaje. Antes de partir, Rábano le confió a su madre, la señora Puerro, una suma de dinero que habría que dar a los monjes budistas que llamaran a su puerta. Pero en ausencia de Rábano, su madre no dio nada a los monjes y cuando volvió su hijo le mintió y le dijo que había cumplido sus deseos, a consecuencia de lo cual murió y fue de cabeza al infierno, donde sufrió terribles tormentos.

Rábano se había hecho por entonces aún más virtuoso y más sabio y alcanzó el estado de iluminación , de arhat o santo. Le pusieron de nombre Mulian. Al enterarse de que su madre estaba en el infierno, decidió rescatarla, y en el camino se encontró a Yama (Yanluo), rey del infierno, que le desanimó con las siguiente palabras: "Las sentencias decretadas en el Taishan (una de las montañas sagradas) no se revocan fácilmente. Se redactan en el cielo y se ratifican en el infierno. La retribución de los pecadores provienen de las acciones pasadas y nadie puede salvarles".

Sin desalentarse, Mulian fue a ver a todos funcionario encargados de la sentencia, archivo y destino de los pecadores y visitó numerosos departamentos del infierno. Al fin se enteró de que su madre estaba en uno de los puntos infernales más bajos, el infierno Avici. Al ir hacia allí se topó con cincuenta demonios con cabeza de toro (o de caballo), con hileras de dientes como bosques de espadas, boca como tinaja de sangre, voz como el trueno y ojos como relámpagos. Agitó una varita mágica que le había dado el mismísimo Buda y los monstruos desaparecieron.

En el infierno Avici, Mulian le preguntó al carcelero dónde estaba su madre y el carcelero subió hasta una alta torre, agitó un estandarte negro y golpeó un tambor de hierro, gritando:"¿Está la señora Puerro en el primer recinto?" No hubo respuesta. Hizo la misma pregunta en cada recinto hasta encontrarla en el séptimo, clavada a una cama con cuarenta y nueve largos clavos. Pero Mulian no pudo liberarla, pues, con sus pecados, sólo podía hacerlo Buda.

Mulian fue a ver a Buda y le contó la lastimosa situación de su madre. Buda sintió piedad, y tras el festival Avalambana, el decimoquinto día del séptimo mes liberó a la señora Puerro. Para que la encontrase, Buda le dijo a Mulian que recorriese las calles de la ciudad en la que vivía, pidiendo limosna al azar hasta llegar a la casa de un hombre rico. Al llegar allí, saldría un perro negro que le tiraría de la túnica. El perro era su madre.

Mulian siguió las indicaciones de Buda y encontró al perro. Pero su madre no recobró la forma humana hasta que Mulian hubo recitado las escrituras durante siete días y siete noches ante la pagoda de Buda, confesando, orando y observando abstinencia.

Después Mulian aconsejó a su madre que, como la reencarnación en ser humano y la conversión a los buenos pensamientos resultaban difíciles de obtener, acumulase bendiciones haciendo buenas obras

jueves, 12 de enero de 2012

El Budismo Chino.

Amitabha y Guan Yin.


El budismo empezó a ganar adeptos en China en el siglo II d. C., y muy pronto alcanzó gran popularidad, hasta convertirse en uno de los grandes sistemas religiosos del país, junto al taoísmo y el confucionismo; y ocupa un lugar mucho más importante en China que en la India, su lugar de origen, desde hace tiempo. El fundador del budismo, Gautama Sakyamuni o Buda (nacido h. 560 a. C. y conocido generalmente entre los chinos como Fo), prometió la salvación únicamente a quienes obedecieran la ley budista, llevaran una vida ascética y renunciaran a todos los placeres mundanos. Una vez liberadas de todos los vínculos con este mundo, tales personas escaparán al ciclo del nacimiento y la muerte y alcanzarán el estado de bienaventuranza denominado nirvana. Inevitablemente, se trata de un proceso largo y doloroso, que supone renunciar a los lazos emocionales con la familiares y amigos y llevar una vida monástica.

Pero los chinos prefirieron venerar una manifestación de Buda llamada Amitabha (Emituofo en chino), que reinaba en el paraíso occidental. Prometía la salvación a cuantos se arrepentían de sus pecados e invocaban su nombre. Podía llegarse al estado de salvación mediante la fe, no sólo mediante el ascetismo, y por consiguiente, estaba abierto a más personas. Después de que el budismo se hubiera establecido en China, en los templos de todo el país surgieron innumerables imágenes de Amitabha entronizado en una flor de loto.

Los mitos sobre la vida de Buda se propagaron por toda China, en algunos casos un tanto adornados para que resultaran más asequibles a la mentalidad china. Los monjes asumieron en papel de narradores y dejaron constancia de los mitos en forma de libros. Un relato cuenta que un discípulo de Buda llamado Maudagalyayana, Mulian en chino, descendió al infierno para rescatar a su madre, idea que atraía a los chinos, porque no sólo expresaba el concepto de karma (doctrina según la cual las buenas y malas acciones tienen sus consecuencias en esta vida y en las futuras).

En el calendario budista, el festival Avalambana ("Colgar") señala la época en la que los monjes interrumpen su tradicional retiro durante la estación de las lluvias. El nombre de esta festividad deriva del mito hindú sobre un asceta indio que vio a sus antepasados colgados cabeza abajo cuando él se apartó del mundo y no se casó ni dio descendencia que mantuviera los sacrificios a los muertos.

Amitabha recibía frecuentemente la ayuda de la Bodhisattva Guan Yin, llamada en muchos casos diosa de la Misericordia. Los Bodhisattva eran un rasco característico del budismo mahayana  que se popularizó en China y Japón, seres que vacilan a la hora de alcanzar el nirvana porque desean salvar a la humanidad sufriente. Su compasión y su promesa de salvación introdujeron un elemento nuevo y humano en la vida religiosa china. En principio, Guan Yin era el Bodhisattva indio Avalokiteshvara, cuyo nombre tomaron los chinos como "escuchar los lamentos del mundo". Al poco de entrar en China, Avalokiteshvara pasó a encarnar las virtudes maternales chinas de la compasión y se convirtió en Bodhisattva femenino. Se escribieron numerosos relatos sobre ella: por ejemplo, salvó los libros sagrados de un peregrino budista chino que regresaba a su país desde India, y si se la invocaba, podía romper las cadenas de los presos, quitarles el veneno a las serpientes y la potencia a los rayos. Las mujeres le rezaban por sus hijos, y en algunos casos se le representaba con muchos brazos, símbolos del alcanza de sus poderes como intercesora.

miércoles, 11 de enero de 2012

Chang E y la luna.

Después de que Yi matara a los nueve soles, Di Jun se enfadó y le condenó a él y a su esposa, Chang E, a vivir en la tierra como mortales. Yi fue a buscar el elixir de la vida eterna que poseía la Reina Madre de Occidente, diosa tiránica que vivía en el monte Kunlun. Le dio suficiente elixir para dos, pero le advirtió que si lo tomaba todo uno solo abandonaría el mundo hacia regiones más elevadas.


Yi llevó el elixir a su mujer, Chang E, que echaba de menos su despreocupada vida en el cielo. Cuando su marido le contó la advertencia de la diosa, pensó tomarse todo el elixir y volver al cielo, pero preocupada por la idea de que la condenaran las otras deidades por abandonar a su marido, consultó a un astrólogo. Éste le dijo que debía ir a la luna, donde quedaría libre de los trajines de la vida de los mortales y de las acusaciones de los dioses. Le prometió además que cuando llegase a la luna se transformaría de una forma prodijiosa.

Chang E decidió poner en práctica un plan. Un día, en ausencia de Yi, cogió el elixir, escondido entre las vigas, bebió toda la botella y empezó a ascender al cielo. Intentó gritar, pero solo emitió una especie de graznido, porque se había convertido en sapo. Sus únicos compañeros en la luna eran una liebre, que no paraba de machacar hierbas medicinales en un mortero, y un anciano que trataba vanamente de talar un árbol casia.

Al ver que había desaparecido su esposa y el elixir, Yi comprendió de inmediato qué había ocurrido y el error que había cometido al tratar de escapar de la existencia humana.

En una versión posterior del mito, Chang E recuperó la forma humana y vive en el Palacio de la Luna, mientras que Yi regresa al cielo tras perdonarle sus errores.

lunes, 9 de enero de 2012

Sol, luna y estrellas.

Mitos de los cuerpos celestes.


El sol, la luna y las estrellas destacaban entre las deidades animistas de la antigua China, y los dos primeros continuaron siendo venerados en ceremonias y sacrificios hasta principios del siglo XX. Aún se pueden contemplar altares consagrados al sol y la luna en la capital china, Pekin, si bien ya no se utilizan. No obstante, el sol nunca se singularizó como deidad suprema, y en la jerarquía divina reconocida por el estado imperial, sol y luna figuraban por detrás del cielo y la tierra, los antepasados imperiales, los dioses del grano y el suelo y Confucio.

La mayoría de los chinos tienen un apego sentimental a la luna y sobre todo a la luna llena, cuya forma redonda simboliza la versión definitiva del círculo familiar. Aun goza de gran popularidad el festival de mediados de otoño, que se celebra el decimoquinto día del octavo mes del calendario lunar, cuando la luna está llena. Esa noche se reunen las familias y, entre otras cosas, comen "pasteles de la luna" redondos.

Los dioses estelares, cada uno de ellos asociado a una estrella o grupo de estrellas concretos, existen desde la antigüedad y eran especialmente numerosos en el panteón taoísta: dioses de la literatura, de la longevidad, de la felicidad, etc. La mayoría de los mitos estelares se desarrollo relativamente tarde en la religión y el folclore chinos, pero uno muy famoso, el de Yi, arquero divino dotado de poderes mágicos, se remonta al menos al siglo XI a. C. Según este mito, en los orígenes había diez soles que rodeaban la tierra. Todos ellos vivían en un árbol gigantesco llamado Fu Sang, que crecía en un manantial de agua caliente más allá del horizonte oriental, y eran los hijos del Señor de los Cielos, Di Jun, y de la diosa Xi He, quien había decretado que sólo apareciese un sol en el cielo cada vez. Xi He lo escoltaba en su carro y después lo llevaba a casa, al árbol Fu Sang, al final del día. A la mañana siguiente le tocaba el turno al segundo sol y así sucesivamente hasta que volvía a llegarle el turno al primero.

Pasaron los años y todo parecía indicar que esta situación se mantendría indefinidamente. Pero no ocurrió así, porque los diez hermanos empezaron a resultarles molestos sus deberes y se quejaban de la disciplina impuesta por su madre. Celebraron una asamblea en las ramas del árbol Fu Sang para discutir como librarse de aquella esclavitud y elaboraron un plan. Un día, sin previo aviso, los diez soles aparecieron en el cielo al mismo tiempo. Habían abandonado el árbol Fu Sang juntos y pensaban que podrían quedarse en el cielo cuanto quisieran. Al principio, la gente estaba encantada con la luz y el calor que proporcionaban los diez soles, pero cuando se agostaron los sembrados y se destruyeron, empezaron a buscar un medio para disminuir su potencia. El monarca terrenal era por entonces Yao, reconocido más adelante, junto a Shun y Yu, como uno de los reyes sabios de la antigüedad. Yao era un hombre humilde que vivía austeramente en una choza con techo de paja y comía cereales ásperos y sopas hechas con plantas silvestres. Sufría las mismas privaciones que su pueblo, cuyo bienestar le preocupaba profundamente. Rogó a los cielos que intervinieran en favor de la humanidad e imploró a Di Jun que restableciera el antiguo orden, en el que sólo aparecía un sol cada día.

Di Jun, Señor de los Cielos, oyó los ruegos de Yao y ordenó a los otros nueve soles que volvieran al árbol Fu Sang; pero los soles disfrutaban tanto de su libertad que necesitaban algo más que palabras para acatar las órdenes. Di Jun decidió enviar a la tierra a uno de sus ayudantes más poderosos, Yi, para que se encargase de sus díscolos hijos y resolviera al mismo tiempo otros problemas de Yao.

Yi tenía fama de arquero experto y antes de que partiese hacia la tierra Di Jun le dio un arco rojo y una aljaba llena de flechas blancas. El Señor de los Cielos no quería que Yi hiciera daño a los soles, sino que los asustara para que obedecieran.

Yi descendió a la tierra junto con su esposa, Chang E, y al ver el estado al que había quedado reducida la gente se encolerizó. Sacó inmediatamente una flecha de la aljaba y la disparó hacia el cielo. Se oyó un golpe seco y después se vio una cascada de chispas que se dispersaron por todos lados desde uno de los soles. Después entre una lluvia de plumas doradas, cayó a los pies de Yi un gran cuervo de tres patas, con el pecho atravesado por una flecha blanca. Era el espíritu del primero de los diez soles. (Se dice que el cuervo en el interior del sol demuestra que los chinos observaron las manchas solares ya en la antigüedad.

La muerte de un sol no tuvo gran influencia sobre el clima, y Yi siguió disparando contra los demás soles hasta que solo quedó uno en el cielo y todo volvió a la normalidad. A consecuencia de esta hazaña, Yi, pasó  a ser considerado un gran héroe.

domingo, 8 de enero de 2012

Los hijos de la calabaza.

Los mitos de Fuxi y Nugua también aparecen en las tradiciones orales de los miao y yao del sur de China, por lo general de una forma mucho más vivaz y completa que las versiones escritas de los chinos han. Les ofrezco una versión abreviada de la leyenda de Fuxi y Nagua tal y como la cuentan los yao de la provincia de Guizhou.


Un día de verano, hace mucho tiempo, un hombre trabajaba en sus campos cuando oyó al retumbar lejano de un trueno. Mandó a casa a sus hijos, un chico y una chica, y colgó una jaula de hierro bajo el alero del tejado. Al poco se puso a llover con tal fuerza que el hombre cogió un tridente afilado, como los que se usan para atrapar tigres, abrió la puerta de la jaula y montó guardia frente a la casa.

De repente brilló un relámpago y restalló un trueno, y de las nubes descendió el dios del Trueno, empuñando una enorme hacha. El hombre arremetió contra el dios, lo insertó en el tridente y con un solo movimiento lo metió en la jaula y cerró la puerta. Una vez apresado el dios del Trueno cesó la lluvia y amainó el viento. A la mañana siguiente el hombre fue al mercado a comprar hierbas y salsas para escabechar al dios cuando lo matara y les dijo a sus hijos que bajo ninguna circunstancia le dieran agua mientras el estaba ausente. En cuanto se hubo marchado, el dios del trueno pidió tan lastimosamente una gota de agua que los niños accedieron a sus ruegos. Para recompensar la bondad de los niños se arrancó un diente y les dijo que lo plantaran en la tierra, porque si no se destruiría y se marchó. Los niños plantaron el diente y al cabo de unos minutos se convirtió en una calabacera que unas horas después empezó a dar una calabaza. Volvieron las lluvias y las aguas cubrieron la tierra. Al regresar a casa del mercado, el hombre les dijo a los niños que se metieran en la calabaza y él construyó un barco, en el que subió al firmamento para rogar al Señor de los Cielos que parase el diluvio. El Señor de los Cielos atendió su petición y le ordenó al dios del Agua que detuviese la lluvia. Ansioso por obedecer, el dios del Agua puso fin a la inundación tan deprisa que el barco del hombre se estrelló contra la tierra y él murió. Sin embargo, los niños continuaron a salvo en la calabaza y fueron los únicos supervivientes.

No se conocen los nombres originales de los niños, pero a partir de entonces se les llamó Fuxi ("Botella de calabaza"). Vivieron juntos muy felices y cuando crecieron el joven sugirió que se casaran. La muchacha no parecía muy dispuesta, porque eran hermanos, pero dijo que aceptaría si su hermano la perseguía y la atrapaba, El chico lo consiguió, se casaron, y su hermana se cambió el nombre por el de Nugua, palabra que significa calabaza o melón.

Más adelante, Nugua dio a luz una bola de carne. La cortaron en trozos y subieron con ellos por la escalera que lleva al cielo. Un golpe de viento dispersó los trozos de carne por toda la tierra, y allí donde aterrizaron se convirtieron en personas: así fue como volvió a existir la humanidad.

sábado, 7 de enero de 2012

Yu el Grande.

Existen numerosos mitos chinos sobre una antigua inundación, además de las otras en las que intervienen Nugua y Fuxi. En el más popular aparece una figura heroica, Yu el Grande. En la versión original, Yu era un dragón o un ser mitad humana mitad dragón, a cuyo padre, Gun, habían enviado a los cielos para dominar una gran inundación. En otra versión se presenta a Yu con forma totalmente humana.


El mítico emperador Shun ordenó a Yu que hallase un medio para controlar las aguas de una gran inundación. Yu trabajó sin cesar durante trece años; sus manos se agrietaron con el esfuerzo, sus pies se cubrieron de callosidades y cojeaba lastimosamente. Tenía la piel negra por el sol y estaba delgado como una espátula.

Pero sus sufrimientos fueron al fin recompensados. Construyó canales artificiales para drenar el agua hasta el mar y, en reconocimiento a sus servicios, Shun abdicó en su favor y Yu fue el primer emperador de la dinastía Xia. Se dice que reinó desde 2205 hasta 2197 a. C. y aún puede verse su supuesta tumba cerca del actual Shaoxing en la provincia de Zhejiang.

viernes, 6 de enero de 2012

La raza del barro.

Se cuenta que Nugua cobró vida en la tierra tras la separación de ésta y el cielo y la creación de montañas, ríos, animales y plantas. El siguiente mito narra cómo modeló a la raza humana con barro.

Cuando llevaba algún tiempo en la tierra, Nugua empezó a sentirse sola y a pensar que en el mundo faltaba algo. Un día vio su reflejo en una charca y tuvo una idea. Cogió un puñado de barro y modeló una minúscula copia de sí misma: el primer ser humano. Al dejar aquel ser sobre el suelo cobró vida de inmediato y se puso a gritar y bailar alegremente. Encantada con su obra, Nugua cogió más barro e hizo un montón de personas, que se desperdigaron por el campo, pero la diosa siempre oía sus voces y no volvió a sentirse sola.

Al poco tiempo comprendió que para poblar el mundo entero tenía que hacer personas con más rapidez y eficacia. Hundió una vid en agua embarrada, la sacudió y el barro saltó por todos lados. Cada gota de barro se convirtió en un ser humano. Así, Nugua pobló el mundo y pudo descansar de sus tareas. Mas adelante, cuando  algunas personas envejecieron y murieron, enseñó a los seres humanos a reproducirse y criar niños.

jueves, 5 de enero de 2012

Nugua y Fuxi.

La creación de la humanidad. Mitos sobre inundaciones.


Los mitos sobre la diosa creadora Nugua y el dios creador Fuxi se encuentran entre los más antiguos de China. Su procedencia es incierta, pero ambos nombres derivan de vocablos que significan calabaza o melón, frutos que también aparecen en los mitos sobre la fecundidad y los orígenes de otras culturas. Con la dinastía Han se los solía representar como una pareja casada, con cabeza humana y colas de serpiente entrelazadas, pero cabe  la posibilidad de que al principio Nugua y Fuxi fueran deidades independientes cuyas vidas se vincularon, como sucede, por ejemplo, con Zeus y Hera en la mitología griega. Las colas serpentinas denotan una posible conexión con la serpiente totémica de los primitivos xia.

A partir del siglo IV a. C. Nugua y Fuxi aparecen en muchos libros relacionados con diversos mitos, con tres temas principales: la creación de la humanidad, las primeras luchas contra las catástrofes naturales (sobre todo los diluvios) y la guerra. Se veneraba especialmente a Nugua como creadora y protectora de los primeros seres humanos.

Un importante mito cuenta que, mientras la diosa vivía en la tierra, estalló un conflicto entre el dios del fuego y rey del universo, Zhu Rong, y el dios del agua, Gong Gong, al que en ciertas versiones se consideraba hijo de Zhu Rong. El primero gobernaba el universo con firmeza y prudencia y se encargaba de que el sol saliera regularmente en el cielo y de que las personas creadas por Nugua disfrutaran de condiciones favorables para continuar con su vida cotidiana. Gong Gong, un ser espantoso con cuerpo de serpiente y cabeza humana cubierta de greñas pelirrojas, envidiaba a Zhu Rong y estaba decidido a arrebatarle el dominio del universo. Se entabló una encarnizada batalla entre los dos dioses, primero en el cielo y después en la tierra. Gong Gong reunió a todos los seres del mar y los ríos para atacar a las fuerzas del dios del fuego, pero al final no pudieron soportar el calor del sol, que hervía el agua y los dejaba chamuscados e impotentes.

Los planes de conquista de Gong Gong se vinieron abajo y su decepción se tornó en cólera. Enfurecido, le dio un cabezazo a la montaña Imperfecta, que se desplomó y quedó reducida a escombros. Este monte de extraño nombre era el principal punto de apoyo del cielo al noroeste del mundo y al desaparecer se abrió un enorme agujero en el firmamento, complementado por la depresión que surgió en la tierra, al sureste.

El mundo perdió su equilibrio y la humanidad sufrió mucho con las catástrofes que sobrevinieron: los incendios arrasaron montes y bosques y las llanuras quedaron anegadas. Las aguas se precipitaron hacia el sureste, donde la tierra había descendido, razón por la que, según se dice, los ríos chinos discurren de oeste a este.

Nugua no podía permanecer tranquilamente observando los sufrimientos de sus criaturas. Con el fin de reparar el agujero del cielo fue al lecho de un río, eligió gran cantidad de piedras, construyó un horno y las fundió, y a continuación les dio la forma deseada. Voló hasta el cielo y llenó los orificios con las piedras fundidas, sin dejar ninguna grieta. Para asegurarse de que no volviera a romperse el cielo, decidió matar una tortuga gigante y colocar sus cuatro patas como soporte en lugar de la montaña Imperfecta. A continuación quemó unas cañas y con las cenizas tapó los huecos de las orillas de los ríos para controlar las crecidas.

miércoles, 4 de enero de 2012

La muerte del Caos.

Entre las mejores fuentes de la antigua mitología china se encuentran los relatos de las obras de los filósofos clásicos. Un buen ejemplo sería la narración breve pero muy conocida sobre la creación, con la muerte de Caos, que aparece en el Zhuangzi, escrito por un erudito taoísta del mismo nombre alrededor del siglo IV a. C. El mito presenta los dos principios de influencia recíproca del universo primordial y el caos que se extiende entre ambos en la forma antropomórfica de tres emperadores.


Shu, emperador del mar del Norte, y Hu, emperador del mar del Sur, se reunían con frecuencia en el territorio de Hun Dun ("Caos"), emperador del Centro, que les brindaba su hospitalidad. Un día, Shu y Hu discutieron cómo pagar la amabilidad de Hun Dun. Observaron que ambos tenía siete orificios corporales que les permitían ver, oír, comer y demás, mientras que Hun Dun no tenía ninguno. Los dos emperadores decidieron mostrar su gratitud a Hun Dun abriendo unos agujeros en su cuerpo con taladros, a un ritmo de uno por día. Al cabo de siete días terminaron el trabajo pero, por desgracia, Hun Dun murió mientras lo hacían, y en el mismo momento en que murió Caos cobró vida el mundo ordenado.

martes, 3 de enero de 2012

Orden que surge del caos.

Pangu y Hun Dun.

En el relato chino de la creación más importante se describe cómo formó el mundo una divinidad primordial llamada Pangu, cuyo culto se mantiene aún entre una población minoritaria del sur de China, como los miao, los  yao y los li. Pangu nació de Yin y Yang, las dos fuerzas vitales del universo. En la oscuridad de un enorme huevo primordial Pangu cobró vida y creció durante dieciocho mil años, hasta que el huevo se rompió. La luz y las partes ligeras del huevo ascendieron y formaron los cielos, mientras que las pesadas y opacas se hundieron y formaron la tierra.

Pangu se puso de pie y para evitar que volvieran a unirse la tierra y el cielo, fluidos, creció y fue separando cielo y tierra más de tres metros al día. Al cabo de otros dieciocho mil años, la tierra y el cielo se solidificaron y se tendió a descansar. Murió, y su aliento se transformó en viento y nubes, su voz en trueno, su ojo izquierdo en el sol, el derecho en la luna y el pelo y los bigotes en las estrellas. Las demás partes de su cuerpo se convirtieron en los elementos que componen la tierra, como las montañas, los ríos, los caminos, las plantas, los árboles, los metales, las gemas y rocas, y su sudor en lluvia y rocío.

El mito de Pangu adquirió esta forma en el siglo III, si bien el personaje aparece como tal en textos anteriores. En una de las múltiples variantes posteriores se explica la alternancia de noche y día por los movimientos de Pangu al abrir y cerrar los ojos.