miércoles, 24 de octubre de 2012

El alma de los difuntos.

La rusalka, la vila y otros visitantes.

La creencia de que el alma se separa del cuerpo y puede abandonarlo durante el sueño y en la muerte se encuentra entre todos los eslavos. Denominadas zduhach por los serbios, las almas se reunen en la cimas de las montañas y luchan entre sí. La victoria en tales combates lleva la prosperidad del durmiente, pero si su alma perece no despertará jamás. En Rusia, las almas pueden adoptar la forma de la kikimora, pequeño ser femenino de cabello flotante que, al igual que el domovoi, mora en las casas, pero a la que no se dispensa tan buena acogida debido a su papel de oráculo de las catástrofes. Tras la muerte de un campesino, se dejan abiertas las puertas y ventanas de su casa para que pueda salir su alma en forma de ave sin ser visto. El alma de quienes mueren sin bautizar, en circunstancias violentas y tras haber sido maldecidas por sus padres, adquieren diversas formas.

Una nava es el alma de un niño sin bautizar o mortinato. Los macedonios creen que adopta la forma de ave que vuela en busca de su madre y ataca a las mujeres parturientas. Se la puede liberar con la ceremonia del bautismo. Mucho más conocido es la rusalka, el alma de niños recién nacidos o de doncellas ahogadas en las creencias del sur de Rusia y Ucrania. Le gusta cantar y se creía que los hombres se ahogaban por el hechizo que ejercía su canto; con la forma de atractivas muchachas vestidas con hojas,; seducían a los jóvenes aldeanos, que escapaban a sus moradas subacuáticas. Al final de la primavera, en la semana Rusalnaya (la séptima después de Pascua) sale del agua, se abalanza por detrás sobre sus víctimas en campos y bosques y las mata a fuerza de cosquillas. Le desagradan especialmente las mujeres, y existen relatos en los que intenta robar el alma de muchachas incautas. Rusalnaya,  por ejemplo. Aunque en el siglo XIX la rusalka rusa se relacionaba con los muertos, podrían tratarse de una evolución posterior: quizá en sus orígenes se vinculaba con la fertilidad, y sobre todo con la fiesta pagana de Rusalii que se celebraba en Kiev en el siglo XI, la cual presentaba paralelismos con la fiesta romana de las rosas, la Rosalía.