viernes, 28 de diciembre de 2012

Eshu el embustero.

El astuto mediador entre el cielo y la tierra.

La figura del embustero más famosa de la mitología africana es un personaje del África occidental conocido como Eshu entre los yorubas y como Elegba o Legba en Benin (nosotros sólo utilizaremos Eshu). Se le considera responsable de todas las disputas entre los seres humanos y entre éstos y los dioses. La más astuta de las divinidades aparece como un espíritu errabundo que habita en el mercado, las encrucijadas y el umbral de las casas. También deja sentir su presencia allí donde se producen cambios y transacciones.

En un mito, Eshu convence al sol y la luna para que se intercambien sus casas, con lo que trastoca el orden de las cosas. Pero el relato más conocido es el de dos amigos cuya amistad, de toda la vida, consigue destruir. Los hombres cultivaban tierras contiguas y tenían una amistad tan estrecha que siempre se les veía juntos e incluso vestían con ropas parecidas. Eshu recorrió el sendero que dividía sus tierras con un sombrero blanco por un lado y negro por el otro, se colocó la pipa en la nuca y se colgó el bastón en el hombro de modo que le bajara por la espalda. Cuando el dios hubo pasado, los amigos se pusieron a discutir sobre la dirección que había tomado el desconocido y sobre el color de su sombrero. Se acaloraron tanto que la disputa llegó a oídos del rey y llamó a los dos hombres.

Mientras se acusaban mutuamente de haber mentido, apareció Eshu y le dijo al rey que ninguno mentía pero que los dos eran estúpidos. Al confesar su truco el rey se enfureció tanto que envió a sus hombre contra él, pero el dios los burló. En la huida, Eshu prendió fuego a varias casas y cuando sus ocupantes huyeron con sus pertenencias se ofreció a guardarlas, pero lo que hizo fue dar un bulto a cada persona que pasaba por allí, de modo que los objetos de las víctimas del incendio se desperdigaron por todas partes.

En otro relato, Eshu le dijo al Gran Dios que unos ladrones planeaban robar las batatas de su huerto. Una noche se coló en casa del Gran Dios, se puso sus sandalias, fue al huerto y se llevó todas la batatas. Como había llovido el día anterior se distinguían claramente las pisadas, y por la mañana Eshu denunció el robo y dijo que resultaría fácil descubrir al ladrón por las huellas. El pueblo entero acudió a la casa del rey, pero ningún pie coincidía con aquellas enormes pisadas. Eshu sugirió que tal vez hubiera cogido las batatas el propio Gran Dios mientras dormía, pero la deidad lo negó. Sin embargo, como sus pies encajaban perfectamente con las huellas, acusó a Eshu de haberle engañado, a modo de castigo anunció su inmediata retirada del mundo y le ordenó a Eshu que subiera al cielo todas las noches para que le contase lo que había sucedido abajo durante el día. Así fue como Eshu se convirtió en mensajero entre los seres humanos y el Gran Dios.