miércoles, 13 de febrero de 2013

Las voces de los espíritus.

Los instrumentos musicales desempeñan un papel fundamental en el religión y la mitología tradicionales de Oceanía. En muchos casos, se cree que los sonidos que producen son las voces de los seres o dioses responsables de la creación y del actual orden social.

La parte interna más sagrada de muchos complejos religiosos de Hawai es la casa del tambor, que contiene los "tambores de los dioses", instrumentos que sirven para llamar a la gente al templo, enviar mensajes, señalar los cambios de postura en las ceremonias y, antiguamente, para consagrar sacrificios humanos. En Melanesia, diversos instrumentos constituyen el núcleo de la mayoría de los rituales masculinos secretos y los mitos vinculados con ellos, entre los que destaca la carraca, un trozo elíptico de madera con un orificio en el extremo por el que se ensarta un cordón: se le da vueltas alrededor de la cabeza y produce un ruido quejumbroso y monótono muy agudo, la voz del espíritu según la creencia. Este instrumento y su mitología probablemente pasaron del centro de Australia, por el Territorio Septentrional, hasta el interior de Papúa Nueva Guinea, atravesando el estrecho de Torres, y se cree que lo llevaron los mismos héroes culturales descritos en la página anterior.

El sonido de esta carraca sirve para asustar a los jóvenes neófitos en los rituales de iniciación masculina y por su aspecto fálico resultaba un símbolo muy adecuado para reafirmar la identidad masculina. Tanto es así, que entre los kiwai del sur de Papúa, el término para designar este instrumento es madubu, "yo soy un hombre". Entre los marindanim y los habitantes de la región de Trans-Fly, más al este, la carraca se asociaba antiguamente con la iniciación Homosexual, destinadas a dotar a los muchachos de las cantidades extras de semen necesarias para convertirse en adultos. En nombre del ser asociado con la carraca en el Trans-Fly es Tokijenjeni, que vincula el instrumento con otra actividad masculina: tiene ecos del bastón que se emplea en la caza de cabezas. Según el mito local, Tokijenjeni era hijo de Tiv'r, héroe cultural de Trans-Fly oyó un débil rugido en el vientre de su esposa y envió a varias aves a que le sacaran. Tras diversas tentativas, un ave  logró asir el objeto mientras la mujer se acuclillaba con las piernas separadas: era la primera carraca.

Este instrumento aparece incluso en el norte, en el lago Kutubu, en las montañas meridionales de Papúa Nueva Guinea. Más al norte, el instrumento fálico ritual es la flauta. Las flautas traveseras se asocian a la iniciación masculina en las montañas centrales, sobre todo en el este, donde el culto es más complicado. Solo las tocan los hombres en ocasiones especiales y siempre en lugares recluidos. La existencia de las flautas y su identidad era el secreto mejor guardado de los hombres, pero, según numerosos mitos de estas regiones, al principio pertenecían a las mujeres y los hombres se las robaron o las engañaron para que se las entregaran, tras lo cual les quedó prohibido todo conocimiento sobre ellas. Según la leyenda, los hombre mataban a cualquier mujer que se atreviese tan siquiera a mirarlas.

No todos los mitos sobre los instrumentos sagrados tienen un tono serio. En toda Melanesia se cuentan relatos sobre un hombre muy feo que se pone guapo sólo cuando toca la flauta, con gran destreza, el las ceremonias públicas. Entonces atrae a las jóvenes de los alrededores, una de las cuales acaba por descubrir su secreto.